Publicaciones:
El Mar de Venus. Editorial Hijos del Hule. Barcelona (2010).
Ferro, el Muñeco de Hojalata que Quería ser un Niño con Corazón. Ediciones Gentle Noise. Barcelona (2011).
La Habitación de los Pájaros. Premio Relatos Románticos (2012). Publicación en antología Ese Amor que Nos Lleva, Ediciones Rubeo. Barcelona.
Microrrelato. (Antología). Epidermis. Barcelona (2012).
De tu boca, el despertar (poemario). Ediciones Carena (2013, Barcelona).
Todas las primaveras son pecado (poemario). Ediciones Carena (2016, Barcelona)


martes, 7 de agosto de 2012

SUEÑO DE VIDA


Me adentro en las colinas escarpadas, con olor a pino y eucalipto; son rocosos acantilados llenos de vértigo. En un instante, pierdo el equilibrio y mi fatalidad me empuja hacia el vacío.
Vacío… el vacío me absorbe igual que el fondo de un abismo. Un inquietante escalofrío de placer me recorre el cuerpo: el placer de saberse viva o quizá incluso muerta en secreto.
Por un momento pierdo la noción de vida, me pregunto si no estaré viviendo mi propia historia, una historia soñada y elegida por mí, con sus personajes, nudos y desenlaces. Todo es ficción en mi memoria.
¿Cómo puedo cerciorarme de que no sueño? Ahora que lo pienso, nunca me ocurrió algo que no pensara o al menos imaginara, un suceso cualquiera que transgrediera el pensamiento y perteneciera al más allá del yo pensado.
Entonces, dime, ¿cómo puedo estar segura de que no sueño? ¿Y si todo procede del deseo? Hay que tener cuidado con lo que uno desea, no sea que vaya a cumplirse.
El deseo me asusta porque solo recientemente comencé a desear con el corazón, con mi propio deseo y no con el colectivo. Y por eso, ahora que lo reconozco a él y a mi propia responsabilidad de autonomía: Libertad, estoy fascinada de miedo, y me pregunto si lo que una vez llamaron vida es apenas un deseo imaginado, si la muerte tampoco existe y mi imaginario es lo único que me queda.
Siento la inconsistencia del tiempo y la realidad, lo insensato del sufrimiento, la fugacidad de la alegría que ahora se manifiesta ante mí suspendida en el aire, impalpable.
¡Qué triste será descubrir, cuando se nos acaben los sueños y nos sorprenda la inexplicable muerte, que nuestro pesar fue en vano y nuestras conquistas irrealizables!
¡Qué hermosa la espontaneidad del desapego!


Alba Seoane

SE LLAMABA VIENTO
Se llamaba Viento, tenía los ojos redondos y asombrados,
de un azul misterio,
la boca escasa y tímida.
Su frente era una llanura desértica y honrada,
fruncida de mil intrincados caminos.
Recuerdo su olor porque Viento olía a lluvia de verano,
a pinos, miel y madera…
Él tenía varios olores, pero todos imborrables.
Nunca sonreía, apenas extendía los labios
en una mueca de forzada alegría.
Su silencio era infinito y espeso como la melaza:
era su mayor presencia y la peor de mis soledades.
Su voz un silbido que penetra directamente desde el corazón,
fálico y primigenio, masculino.
Yo ansiaba la consistencia de su cuerpo,
la permanencia de su olor en mis manos,
Pero Viento solo sabía emerger y observarme desde el cielo,
con su forma sobrehumana y su tristeza ancestral.
Viento era un deseo inalcanzable,
un espejismo desolador de mi verdad.

Alba Seoane