SE LLAMABA VIENTO
Se llamaba Viento, tenía los ojos redondos y asombrados,
de un azul misterio,
la boca escasa y tímida.
Su frente era una llanura desértica y honrada,
fruncida de mil intrincados caminos.
Recuerdo su olor porque Viento olía a lluvia de verano,
a pinos, miel y madera…
Él tenía varios olores, pero todos imborrables.
Nunca sonreía, apenas extendía los labios
en una mueca de forzada alegría.
Su silencio era infinito y espeso como la melaza:
era su mayor presencia y la peor de mis soledades.
Su voz un silbido que penetra directamente desde el corazón,
fálico y primigenio, masculino.
Yo ansiaba la consistencia de su cuerpo,
la permanencia de su olor en mis manos,
Pero Viento solo sabía emerger y observarme desde el cielo,
con su forma sobrehumana y su tristeza ancestral.
Viento era un deseo inalcanzable,
un espejismo desolador de mi verdad.
Alba Seoane
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