APUNTES DE VIAJE
Fortaleza/Jericoacoara (Brasil)
Lluvia ¿no decían que el nordeste era casi desértico? Pues en enero llueve, y mucho.
Forró y música sertaneja en el aire.
Personas pequeñas en su tamaño y enormes de corazón. Lixo en la playa: plásticos, papel… Incluso un pobre sapo muerto, que por su aspecto debió haber sido pisoteado en un descuido, o no… El estómago hundido y los ojos abiertos buscando amparo en el cielo.
Playas de extensión y belleza infinita, sobrecogedora.
Dunas de arena blanca escondiendo paisajes desérticos y mojados por el cielo.
Nubes en un vaivén constante: negras y algodonadas, danzando armoniosas e impredecibles ante mis ojos.
Aguas turbias como su cielo, de marea indómita: entro despacito, con mucho respeto, porque soy diminuta, casi inexistente entre el mar oscuro y sus dunas.
Las olas cubren y abandonan la orilla a su antojo, dejando sólo sus rastros de espuma y vida oceánica en la arena compacta. Y un pequeño pez, que encontré agonizando en la orilla, sofocado, sin aire ni agua en sus escamas.
Entre las dunas, de vez en cuando, aparecen vestigios de vida, colores y carne: una flor, un asno, un cactus, una cabra… Apenas sobreviven, con instinto puro de vida, indiferentes a mi emoción por ser y existir, en ese yo y ahora, que está con ellos.
En el pueblo, las personas viven bajo la lluvia, caminan de pies desnudos y se mojan con alegría la piel desértica y morena.
Yo camino tras sus pasos, intento grabar mi pasado, presente y futuro en la tierra, en sus huellas. No me siento sola, me siento parte: de la lluvia, de la tierra color cobre, de las manos que saludan, los ojos que sonríen, las miradas que se cruzan y reconocen…
Volviendo a las ranas y sapos, aquí los hay de todos los tamaños y colores. Siendo una gran ignorante en materia de anfibios, prefiero mantener una cierta distancia por pura cautela.
Pero me siento fascinada por su naturaleza viscosa, boba y saltarina.
Mientras comemos de noche en la cocina, ellas aparecen de forma inesperada e implacable, dispuestas a aterrorizar a los comensales: Caen sobre los aperitivos, en la sopa, en la cerveza…
Está claro: las ranas o nosotros. Mejor dejarlas saltar libremente en su reino. Al fin y al cabo ellas más que nadie forman parte de este lugar y sus noches lluviosas.
Hoy, finalmente, ha parado de llover. El pueblo viste sus mejores ropas para encontrarse con el sol y la playa. Transformada: la arena sólida y fría ahora es transparente y suave como una caricia.
Aprovecho el sol para recorrer las dunas y perderme - o encontrarme- en la playa que se extiende más allá de donde alcanzan mis ojos.
Entonces, tengo la impresión de estar en el desierto: puedo escuchar los bramidos de los camellos, las voces roncas de los nómadas y señores del viento.
Desde lo alto de la duna puedo contemplar el cielo, más azul y eterno que nunca. Tumbada en la cima de la duna no distingo su horizonte, la frontera que separa la arena del cielo se confunde y parece un Todo.
No hay nadie más, sólo yo y mi nueva forma: cuerpo convertido en arena y sal.
La arena es posesiva, es una madre devota que quiere engullir y engendrar en su vientre todo lo que encuentra a su paso: los árboles que una vez mecieron sus ramas al ritmo sosegado del viento ahora forman parte de la madre arena y apenas se distinguen algunas pequeñas ramas. Mi toalla desaparece enterrada, y yo tampoco me reconozco, sólida y granítica.
Creo que entraré en el mar, antes de que olvide que yo soy agua, antes de que, cansada de insistir en mi sustancia, me entregue por completo a la madre arena y desaparezca engullida junto con los árboles.
Incluso el viento aquí es mágico, es Dios, es Padre…
Sus melodías son infinitas y acaban en el mar, a veces también en el cielo. Escucha: se oyen mil niños jugando en el aire, ahora un llanto, muchas risas… El viento aquí es humano.
Me gusta imaginar que por la noche, cuando todo descansa y duerme, el viento y la arena se encuentran furtivamente, ante los ojos cómplices de la luna que besa y acaricia la marea. Y entonces, lo engendran todo, todo muda y vuelve a ser dado a luz, para que, al día siguiente, nada vuelva a ser lo mismo, y todo SEA de nuevo…
Alba Seoane
Moito belho...me lo invento jejejej....sigue que lo haces muy bien...me gusta mucho
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