Publicaciones:
El Mar de Venus. Editorial Hijos del Hule. Barcelona (2010).
Ferro, el Muñeco de Hojalata que Quería ser un Niño con Corazón. Ediciones Gentle Noise. Barcelona (2011).
La Habitación de los Pájaros. Premio Relatos Románticos (2012). Publicación en antología Ese Amor que Nos Lleva, Ediciones Rubeo. Barcelona.
Microrrelato. (Antología). Epidermis. Barcelona (2012).
De tu boca, el despertar (poemario). Ediciones Carena (2013, Barcelona).
Todas las primaveras son pecado (poemario). Ediciones Carena (2016, Barcelona)


martes, 28 de diciembre de 2010

EL MAR DE VENUS
Paolo contemplaba el mar como cada tarde, sentado entre las rocas y exhalando lentamente el humo de su cigarrillo. Podía pasarse así horas enteras, mirando el mar a lo lejos y sintiendo la brisa salada en su rostro. Su familia le animaba constantemente a salir con sus amigos, afirmaban que no era normal pasar tantas horas sin hacer nada, sólo contemplando el mar. Pero Paolo, cada tarde, al salir de la escuela de verano a la que sus padres le obligaban a asistir, se apresuraba para no faltar a su cita, haciendo caso omiso de las advertencias familiares.
A Paolo no le interesaban demasiado los chicos y chicas de su edad, tampoco tenía grandes aficiones ni motivación alguna en aquella isla donde su familia había decidido instalarse durante los calurosos meses de verano para escapar del bullicio de Roma. Por eso, en cuanto el reloj marcaba las cinco, Paolo acudía presuroso a su rincón preferido, ahí desde donde podía mantener a escondidas y en silencio agradables conversaciones con la marea.
Una de aquellas tardes, mientras el sol se desvanecía tiñendo el cielo de rojo pastel, Paolo creyó divisar la figura de una mujer meciéndose entre las olas, entonces dio unos pasos hacia delante situándose al límite del barranco para observarla mejor… Sí, no cabía duda, era una silueta femenina, se trataba de una mujer joven que se bañaba desnuda en la orilla.
Paolo se sintió excitado e intrigado al mismo tiempo, quién se bañaría desnuda y sola a esa hora, con el crepúsculo oscureciendo el horizonte y apaciguando el mar.
En aquel momento, mientras absorto posaba sus ojos en el agua para contemplar el reflejo del sol desapareciendo en el horizonte, Paolo sintió un ligero escalofrío recorriendo su espalda.
 Recordó que los ancianos de su barrio llenaban sus vidas ociosas y llenas de tedio con historias terroríficas sobre las extrañas criaturas que, según ellos, habitaban en las profundidades del mar.
- Son seres con forma humana que escapan de las mareas para sentir la tierra,- afirmaban.
Recordó también que cuando era niño aquellas historias le atemorizaban tanto que cuando jugaba en la arena y empezaba a sentir la oscuridad del sol en su piel, corría a refugiarse en los fuertes brazos de su madre, que lo acogía siempre con una sonrisa de ternura.
 Mientras tanto, aquella hermosa silueta femenina aparecía y desaparecía entre las olas como si de un espejismo se tratara, y Paolo decidió acallar las voces de aquellos ancianos y de su memoria de niño para aunar valor y bajar hasta la playa.
Una vez en la playa, Paolo pudo ver de cerca a aquella misteriosa mujer, de exuberantes curvas y surgentes pechos danzando con las olas y acariciando la espuma con sus dedos.
Perdió todo el miedo de su infancia, Paolo ya no era un niño, se había convertido en un hombre, y ahora más que nunca sentía su sexo latiendo entre sus piernas. Una enorme excitación se apoderó de él, deseaba a esa mujer como nunca había deseado a nadie, sus armoniosas curvas, sus ojos oscuros, su piel llena de sol…Todo le hacía desearla con extrema sinrazón.
La sugerente mujer lo descubrió, sentado en la orilla y contemplándola absorto... Frunció el ceño, esbozó una tímida sonrisa, y salió del agua balanceando sus pechos y caderas caminando hacia él.
Ahora Paolo la tenía enfrente. Erguida a pocos metros de él, la Venus Marina, como resolvió llamarla Paolo para sus adentros, lo observaba atentamente desde su templo de arena y sal. Entonces, se agachó, acercó sus labios a los de Paolo y le regaló un húmedo beso de pez. Paolo pudo reconocer el mar en tempestad en su carne, la textura de las algas en sus cabellos, el negro abismo del océano en sus ojos…Y supo perderse en la amplitud de su sexo, infinito como el horizonte que ahora presenciaba su comunión con el viento.
A la mañana siguiente, Paolo se despertó con el sol, estaba desnudo y la piel le dolía, agrietada por la sal. Por un momento creyó estar aún soñando, pero entonces el bramido de una gaviota le hizo recordar los suaves gemidos de ella, su risa descontrolada al alcanzar el clímax al tiempo que hundía sus uñas en la arena, sus senos escondiéndose en el calor de sus manos…Paolo miró a su alrededor, pero ya no estaba su brisa, ya no estaba su sal, ni su azul, ni su espuma… Desesperado empezó a correr por la playa, en todas las direcciones, pero no había ni rastro de ella, ¡su Venus, su Diosa de las aguas! El sol golpeaba con fuerza esa mañana, Paolo se sentía cada vez más débil, sin fuerzas para seguir corriendo sin rumbo fijo buscando un sueño, un olor, una huella en la arena…
Se adentró en el mar, desesperanzado y con las manos vacías de ella se sumergió en lo más profundo del océano, y entonces Paolo pudo ver a su Venus, dormitando serena y sólida, entre las rocas de un arrecife de coral.

Alba Seoane

Relato publicado en la antología Leyendo entre líneas de la Editorial Hijos del Hule


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